La floricultura colombiana se suma al tren de los biológicos agrícolas
El uso de alternativas biológicas ha aumentado 600% en la última década, en respuesta a un mayor manejo integrado de los cultivos y a la búsqueda de más competitividad en los mercados internacionales. El control de ácaros es donde tienen más participación.
María Paula Suárez N.
Si bien no son alimentos, sí forman parte de la transformación agronómica que se vive en los campos latinoamericanos. La producción de flores en Colombia está dependiendo cada vez más de bioinsumos tanto para su estimulación, nutrición como protección.
Asi lo señala Anderson Páez Pacheco, director ejecutivo de CENIFLORES, el Centro de Innovación de la Floricultura Colombiana. Para él, esta realidad es contundente, ya que han evidenciado que el consumo de bioinsumos en este sector ha crecido 600% en la última década.
“Colombia exporta flores a más de 100 países. Es el segundo exportador de flores más importante del mundo y cada país tiene unos requerimientos y requisitos muy específicos para que podamos acceder a esos mercados», dice Páez. «A pesar de que las flores no se consumen, que no se comen, no quiere decir que no tengan en cuenta normativas o sellos verdes para facilitar el comercio y la venta, y generar valor agregado a través de la producción dentro de los pilares de sostenibilidad. Y es allí donde los bioinsumos toman mucho interés”.
Agrega que, desde se empieza a medir la sostenibilidad en algunos sistemas de indicadores, por ejemplo, la certificación ‘Florverde Sustainable Flowers’, la industria empezó a identificar que una tendencia al alza en el consumo de bioinsumos en el sector floricultor. «Al menos el 50% + 1 de las flores que exportamos tienen la mencionada certificación, lo que hace que los bioinsumos cada vez tomen un papel más relevante en los esquemas de manejo integrado de los cultivos que nosotros tenemos”.
El concepto de bioinsumo es bastante grande, pues incluye varios métodos de control de plagas que actúan a través de activos vivos como microorganismos, artrópodos o parasitoides, o a través de productos biorracionales, como los provenientes de extractos vegetales. Pero, además de esta categoría, también se pueden encontrar múltiples soluciones biológicas, como estimulantes, fertilizantes y herramientas para el mantenimiento de los cultivos en general.
“Los ácaros, que es el principal problema en las rosas, ya deben estar controlados en 50% por biorracionales. Los hongos, quizás un 25%. Y si hacemos una media, me atrevería a decir que un 35% del manejo en las fincas se está haciendo con productos bio”, indica por su parte René Neira Clavijo, gerente de desarrollo y proyectos de Gowan /Ecoflora.
“La tendencia cada día va a ser a que los mercados, independientemente de que sean florales u ornamentales, van a bajar la carga química, es una demanda de todos los mercados en este momento, tanto nacionales como internacionales (…) Doy dos años para que todas las fincas floricultoras sean 50% bio y 50% síntesis, esto debido a las exigencias y la realidad de los sistemas de producción”, asevera Neira.
BENEFICIOS DE LOS BIOINSUMOS EN LA FLORICULTURA
En general, los beneficios tienen que ver con los efectos de reducir la carga química, pues de esta manera el impacto ambiental disminuye y se potencializan aspectos relacionados con la naturaleza de las plantas.
Muchos de estos bioinsumos se degradan más rápidamente con la luz y el agua y tienen menos riesgo de resistencia porque no se fijan al suelo, además no suelen tener efectos secundarios que puedan impactar el medio ambiente. Por eso, en la floricultura se usan de manera general hongos entomopatógenos, extractos vegetales, ácaros, y otras herramientas que se vienen trabajando en bioestimulantes.
Para Anderson Páez, esto es muy positivo porque se hace más grande el ‘pool’ de herramientas para el manejo integrado de los cultivos.
“Cuando tú tienes muy pocas herramientas, los riesgos, en el caso de plagas relacionados con resistencia, son mayores: se pueden generar plagas resistentes a plaguicidas o se puede tener problemas de impacto, por el sobreuso de moléculas químicas», asegura Páez. «Los bioinsumos en ese sentido permiten complementar muy bien para poder abrir esas rotaciones de plaguicidas y tener un plan de acción más amplio”.
Un argumento complementario es el que dice que, con biológicos, las plantas funcionan mejor porque cuando hay químicos, la planta tiene que gastar energía en desintoxicar los residuos que quedan. «Mientras que, si no lo tiene que hacer, la planta usa esa energía para sacar un botón más grande, fijar mejor el color, hacer una hoja más grande, etc, algo por lo que le pagan al cultivo. O sea, entre la flor sea más grande y más vivo el color del follaje, se paga mejor esa calidad de cosecha”, indica por su parte, René Neira. “Incluso hay algunos biorracionales que mejoran la calidad de las cosechas porque incrementa las defensas de las plantas adicional a eliminar las plagas”.
Otro de los motivos para incluir este tipo de productos en la floricultura es que son compatibles con otras herramientas de control biológico. No afectan a otras plagas, otros predadores o polinizadores. Asimismo, son fáciles de mezclar con productos sintéticos, lo que puede maximizar los efectos deseados.
MÁS SEGURO PARA EL TRABAJADOR
Un punto más a favor tiene que ver, sobre todo con los biorracionales, con que su aplicación permite manejar cortos períodos de reentrada, lo que facilita un mejor manejo administrativo del personal y tener las labores del cultivo al día. “Al aplicar un producto químico hay que esperar 24 horas para poder ingresar nuevamente al área, mientras que, al aplicar un biorracional, ya se puede ingresar a las dos horas y continuar con las tareas agendadas”, indica Neira.
Para Páez, este punto también es crucial, pues, según indica, la floricultura es el sector agroindustrial que genera mayor tasa de empleo formal por hectárea, al menos, de 14 a 16 personas por hectárea. “Eso significa que debes hacerte cargo de todo el tema social, del impacto en la salud humana. Y a partir de aquí los bioinsumos también juegan un papel importante. Los bioinsumos entran en juego en medio de una solución ambientalmente sostenible y también con menor impacto directo sobre algunos aspectos de la salud humana”, indica.
“La palabra clave aquí es la competitividad, porque Colombia no es el único país que produce flores. El ritmo del mercado va muy rápido, las tendencias van cambiando, los mercados son muy exigentes, y una cosa es copar y llegar a nuevos mercados a través de tus factores de competitividad gracias a la innovación, como el uso de bioinsumos, y otra cosa es mantener los mercados que ya tienes abiertos. Y las normas internacionales hacen que año por año salgan listas con nuevas especificaciones más amigables con el medio ambiente”, indica Páez.
Sin embargo, Páez advierte que hay que tener en cuenta que los bioinsumos sean compatibles con las técnicas de aplicación que se tienen en un cultivo, “porque si te toca comprar nuevos equipos o hacer nuevas técnicas para la aplicación, es una curva de aprendizaje y de costos que algunas empresas estarán dispuestas a hacer y otras no”.
BIOLÓGICOS COMO COMPLEMENTO
Frente al alza de los precios que han tenido los insumos agrícolas por la inflación y otros problemas sociales y económicos en los países productores de activos, algunos expertos han manifestado que los bioinsumos podrían ser una alternativa para reemplazar este mercado. Sin embargo, para los especialistas consultados por Redagrícola, el precio no necesariamente es un factor decisivo en la compra de bioinsumos.
Para Páez, reemplazar los productos sintéticos por productos bio no es una estrategia plenamente completa. “Los bioinsumos, los biofertilizantes, jamás van a llenar todo lo que otros activos de síntesis química si vienen haciendo, y viceversa, los activos químicos completos, solos completos, jamás van a poder llenar lo que los bioinsumos tienen como ventajas”.
Entre tanto, para Neira, la lógica tiene más que ver en si las cosechas son para el mercado local o para el mercado internacional. “Si tú exportas te da cabida a invertir en productos de mayor tecnología. Para productos de venta local, cuyo mercado no tiene mayor exigencia, pues el agricultor simplemente se queda con el producto más barato”, indica.
Para el gerente de desarrollo y proyectos de Gowan, la cuestión es simple: la tendencia del mercado cada vez va a exigir más pagar este tipo de productos amigables con el medio ambiente. “Y sobre todo en el sector de flores, porque la floricultura paga, porque se exporta, hay mejor tasa de cambio y hay mejores ingresos. En los mercados de exportación este tipo de tecnología es asumida rápidamente”, agrega.
LÍMITES AL CRECIMIENTO
Para el director de CENIFLORES, aunque hay un uso creciente de soluciones biológicas, existen limitantes en aspectos de importación y producción de bioinsumos que no permiten llenar la demanda.
“Una limitación son los estudios de la biodiversidad y el posible riesgo o no riesgo, algo muy importante, ya que se tiene que revelar un establecimiento del nivel del riesgo para poder importar, y la normativa colombiana es muy estricta en ese parámetro de la importación de controladores biológicos (…) En el caso los extractos vegetales u otro tipo de insumos, las regulaciones, a pesar de que son fuertes, gozan de otros mecanismos para facilitar la importación y registro. Aún y con ello, las legislaciones deben inclinarse mucho a entender y mejorar, más si hay una creciente demanda de bioinsumos”.
Por otro lado, previendo que Colombia no debería depender de las importaciones, hace falta potenciar al país, que es líder en biodiversidad, para que también tenga un potencial para producir bioinsumos, agrega Páez.
“Falta mucha investigación para identificar metabolitos, cómo extraerlos, estabilizarlos y formularlos y como sacar un producto al mercado que siempre corresponda a los beneficios que el agricultor espera obtener”, dice por su parte, René Neira.
Este experto agrega que también hay que enfrentar retos por falta de conocimiento de cómo funcionan los biorracionales, y en general, las soluciones biológicas. “No todos lo hacen de la misma manera, no todos los que sirven para controlar insectos hacen el mismo efecto en el insecto. Entonces hay que aprender a conocer cuál es el producto que se va a aplicar y cómo afecta a la plaga, y cómo se evalúa su eficacia”.
Para Páez, la primera solución que salta a la vista es trabajar por articular al gobierno, al sector privado y la academia para impulsar esos factores de innovación.